En aquella época nadie podía pensar que ellos se amaran, se quisieran o se atrajeran. Pero así era: a pesar de él ser el fuego y ella el agua, se deseaban, eran uno para el otro y no tenían ojos más que para ellos.
Juntos habían pasado desde batallas hasta coronaciones, dede sacrificios a heroicidades. Todo lo habían superado. Por vencer habían vencido a la misma muerte, y tras ella seguían juntos en el infierno y el paraíso.
Pero un día llegó alguien, alguien que los separó y ese alguien fue el msimo que los unió. Era Cupido que se había enamorado de ella, había caído en su propia trampa y no lo podía soportar.
Por eso se aprovechó de su poder y rompió el amor de la joven por su prometido e hizo que se enamorara de él.
Esto era un delito y Cupido fue condenado al olvido.
Desde entonces nadie se enamora gracias a sus flechas sino a sus pensamientos y cartas de amor dedicadas a la bella joven que le robó el corazón y que como castigo al desliz de Cupido volvió con su antiguo amor.
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