miércoles, 30 de julio de 2008
Por Un Silencio (II)
Ella llegó en uno de mis peores momentos, pero curiosamente para mí fue como un regalo del cielo. Al principio nos odiábamos, yo la creía una niñata de las que van de superiores por la vida y me parece que era mutuo porque tampoco disimulaba su malestar cuando estaba conmigo, una vez incluso llegamos a las manos; y es que yo lo estaba pasando mal porque mis padres se acababan de separar, no quería demostrar lo que sentía y con todos pagaba mi rabia, cuanto más con ella, que era la que más me crispaba. Nunca llegué a decirle nada porque cuando aquel día la vi llorando desconsoladamente en un rincón del parque, no pude evitar acercarme a ver qué le pasaba. Me sorprendió que sin dudarlo se lanzara a mis brazos y me contara que su novio la había dejado por otra, me sorprendió que me confesara sus dudas y sus temores, y desde entonces siempre la he escuchado. Es fascinante cómo por prejuzgar a la gente podemos llegar a perdernos tantas cosas.
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